Miedos, amores, amigos, rencores, heridas, caricias, espejos, charlas, misterios, matices, mates, cigarrillos, fresias, chocolates, cuerdas flojas, histeria, mil lágrimas, sonrisas, esperas, teléfonos, arrepentimientos, gritos, fiesta, daiquiris, suspiros, sorpresas, mails, espacio, incertidumbre, límites, angustia, placer, egoísmo, soberbia, impotencia, Benedetti, salidas, experiencias, éxitos, fracasos, Cortázar, Galeano, música, melodías, cerveza, café, castigos, libertad, soledad, reconocimientos, lunas y soles, los domingos de siempre, mentiras, sueños, finales, pesadillas, cambios, Arlt, despertadores, consejos, traiciones, carcajadas, desilusiones, esperanzas, caminos, opuestos, miradas, Cien años de soledad, costumbre, tormentas, abrazos, dolores, nacimientos, rupturas, abismos, puertas, candados, almuerzos, proyectos, viajes, silencios, mensajes, olvidos, carencias, paciencia, calma, sombras, peleas, manos, esfuerzo, todo y nada. Más y menos. Menos de lo mismo.

viernes, 8 de marzo de 2013

La mujer en su laberinto

(Publicada en Bien Urbano, el 8/3/13)-. Más allá de los descuentos en los shoppings y la marketineada de la que se aprovechan los distintos rubros, el Día Internacional de la Mujer conmemora una jornada de lucha, en la que 129 trabajadoras murieron defendiendo sus derechos laborales. Con los años, la contienda fue mutando, acorde a los derechos obtenidos, pero también a los pendientes que, muchas veces, son producto de la cosificación del género, trístemente ejercida por hombres… y por las propias mujeres.


 Así como en el siglo pasado la lucha por los derechos de las mujeres la protagonizaron unas 40 mil costureras que pretendían unirse a los sindicatos, para mejorar sus pobrísimas condiciones laborales, el advenimiento de un nuevo siglo trajo la perpetuidad de esos reclamos, pero también el florecimiento de otros,  algunos ganados y otros aún pendientes, pero no por eso abandonados.

Si bien en la clandestinidad del aún persistente trabajo en negro todavía flamea esa lucha, el nuevo siglo trajo consigo un nuevo emblema de esta contienda por los derechos de las mujeres: Susana Trimarco. La trata de personas, la prostitución y la violencia de género existen desde que el mundo es mundo, pero su cruda visibilidad se hizo manifiesta hace no tanto.

La mamá de Marita Verón, la joven secuestrada por una red de trata y desaparecida desde 2002, no sólo se cargó al hombro la investigación por el caso de su propia hija, sino que gracias a ella fueron liberadas unas 20 mujeres secuestradas en prostíbulos.

Susana Trimarco no va a claudicar y, probablemente, descansará el día en que la justicia actúe como corresponde sobre cada uno de los sospechosos.

La Biblia junto al calefón
El caso Marita Verón es, en sí mismo, una representación clara de lo que esta frase inmortalizada por Discépolo significa. Por una parte, la lucha de una mujer contra la desvalorización total del género, contra la trata de personas, contra la violencia de género. Por otra, toda una red trabajando para encubrir, para someter a más mujeres, para prostituirlas, para violarlas, para vejarlas, para cosificarlas.
Pero la cosificación no sólo viene de parte de “los otros”. Ni siquiera específicamente del lado de los hombres. Paradójicamente, son muchas las mujeres que se exponen a la vidriera de la prostitución televisada, y exhiben sus atributos físicos hasta ese límite que ya no les queda nada más por mostrar. Ni por ver.
Como si lo único valorable que tuviese una mujer fuera su cuerpo, sus pechos, su cola, sus piernas, la degradación es tal que se someten a prácticas cuasi prostituyentes, con el único objetivo de alcanzar el peligroso sueño de la fama, tan grotesco como efímero.
En la tentación no sólo cayeron quienes siempre demostraron seguir un camino similar, sino también completas desconocidas y hasta mujeres que supieron levantar las banderas contra la violencia de género, en una inexplicable contradicción  de discurso.
Conquistas y pasos en falso
Las mujeres lograron conquistas importantísimas: desde el ingreso a la universidad y el voto, hasta la obtención de cargos en puestos políticos y gerenciales, pasando por detalles como determinadas leyes de Educación Sexual y Reproductiva.

También, en nuestro país, se dictaron leyes que, si bien apuntan a la igualdad de géneros, terminan asentando la desigualdad: un ejemplo de ello es la famosa Ley de Cupos, que no sólo establece que las listas que se presenten deberán tener mujeres en un mínimo de treinta por ciento de los candidatos a los cargos a elegir, sino que obliga a los partidos políticos a poner en los tres primeros lugares de esas listas a al menos una mujer. En la mayoría de los casos, se puede ver que el puesto tres es siempre para una mujer. ¿Por qué no el dos o el uno? ¿Por qué es necesario exigir un cupo cuando se supone que las mujeres están igual de capacitadas que los hombres para ocupar cargos?
El avance de la mujer en el terreno educativo y laboral cambió su rol en el escenario social e incluso fortaleció las prioridades profesionales de las féminas, por sobre los cuidados de la casa y la familia. Así lo demuestra una investigación del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) que, entre otros datos, destaca que la mitad de las profesionales no piensa tener hijos en un futuro próximo y una amplia mayoría considera que una pareja no debe tener descendientes para ser considerada como tal. Lo que obliga, además, a un cambio de rol en el hombre. Pero eso es tema para otro informe.
La mayor deuda pendiente: la libertad para elegir
Entre la cantidad de derechos que las mujeres conquistaron hay uno en particular que sigue siendo resistido por los sectores más reaccionarios de la sociedad: la despenalización y legalización del aborto.
No sorprende que sectores afines a la Iglesia Católica o grupos de extrema derecha desestimen e incluso peleen contra la instalación del tema en el Congreso Nacional. Lo que sí sorprende es que los sectores considerados progresistas no se den aún la posibilidad de poner en serio debate una problemática que es una de las principales causas de muerte de mujeres en la Argentina y en el mundo. Muertes que, en general, se registran en las clases más bajas de la sociedad. Muertes que pueden ser evitadas.
La libertad de elegir y de decidir sobre el propio cuerpo es una deuda pendiente, postergada, que todavía no llega a tener la fuerza y el apoyo necesario para derrotar prejuicios anacrónicos que huelen a rancio pero que, viejos y todo, siguen marcando caminos que van en contra de las mujeres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario