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lunes, 22 de octubre de 2012

Elsa Drucaroff: “Los jóvenes se decidieron a protagonizar sus propias creaciones”.


(Publicada en Agencia NaN, el 19/10/2012)-. La exploración de textos de autores jóvenes e ignotos es el resultado de “Panorama Interzona. Narrativas emergentes de la Argentina”, el último libro de la escritora y docente, una antología de diversos géneros literarios que intenta visibilizar lo que  escriben --y cómo lo escriben– los nuevos literatos, salidos a la calle después de la crisis de 2001.

Como una continuación obligada de su anterior libro --Los prisioneros de la torre, Emecé, 2011--, Elsa Drucaroff insiste en la necesidad de un “sistema literario sano”, donde converjan escritores clásicos y principiantes, viejos y jóvenes, consagrados y novatos, y sigue, entonces, buceando en esa marea de lo que emerge. Sin embargo, esta vez, y a diferencia de aquella obra, un descomunal ensayo sobre narrativa post dictadura parido tras analizar unos 500 textos, a Elsa la convocaron desde la editorial Interzona para que elaborara un panorama de la nueva literatura. No por casualidad, claro, la elegida fue ella, una referente de la búsqueda de plumas emergentes.
“Los proyectos siempre tienen significaciones particulares para cada uno y yo no podía no encararlo como la continuación de mi último libro, en tanto Los prisioneros… deja de mirar exhaustivamente la narrativa nueva argentina de la generación de post dictadura en 2007”, le detalla a Agencian NAN, convencida de que después de ese año pasaron otras (muchas) cosas.


El desafío, entonces, fue encontrar escritores de las tres generaciones de post dictadura  y revelar sus obras no publicadas. ¿Qué escriben los jóvenes que nacieron y crecieron junto con la democracia más duradera de la historia del país? ¿Y que hay de aquellos escritos que emergieron después del 19 y 20 de diciembre de 2001? ¿Sobre qué se escribe? ¿Cómo se cuenta? Esas preguntas son, acaso, posibles disparadores de la antología de cuentos cortos, poesía, crítica (en blog) y obras de teatro inéditas de 27 autores que logró compilar Drucaroff. Las obras están ordenadas mediante un índice cuidadosamente razonado, separadas por temáticas. “Violencia y medios masivos”, “Hijos, padres: identidades rotas” y “Sexo, géneros y poder” son algunos de los subtítulos, primeriados por sugestivas frases y títulos de canciones del rock nacional, como “Dale sol de enero, dale un vientre blanco” o “Cuando la mentira es la verdad”. 


Pero, primero a lo primero
--¿Cómo y desde dónde le surgió la inquietud de visibilizar esta nueva narrativa?
--Me fue surgiendo desde los años 90, frente al desierto y a la soledad que sentía viendo que el país estaba cada vez más hundido y que la idea de futuro se había terminado. Siempre estuve en contacto con jóvenes porque soy docente de nivel superior, y veía dos cosas: primero, la tremenda depresión y soledad y la sensación de aislamiento de todos aquellos a los que les tocaba ser veinteañeros después de la última dictadura militar, sobre todo a fines de los ‘80 y principios de los ‘90. Y, en segundo lugar, veía que había mucha gente llena de inquietudes, llena de sensibilidad, algo que se da en todas las generaciones, no es que en los ‘70 había más gente interesada que en los ’90, completamente sola, sin nucleares entre ellos. No lograban tomar conciencia de ser una generación. Había jóvenes que te decían: “Mi generación es una mierda, no hizo nada” cuando yo veía que sí había cosas que habían hecho en campos literarios y estéticos. Y ahí llegué a entender que la sociedad era la culpable de esto: la sociedad había eliminado el concepto primaveral de la juventud, había transformado eso en invisibilidad y desprecio. La juventud había pasado a ser un hecho biológico, no un hecho social de apertura de futuro. Mi interés por mirar esa producción y por darle forma y por estudiarla, tuvo que ver con el interés político de ayudar a que los jóvenes volvieran a tener un protagonismo histórico.

--¿Fue entonces que decidió volcarse a la realización de Los prisioneros…?
--Si lo cuento así, pareciera que “Los prisioneros…” fue un hecho aislado. Pero, no: los jóvenes también me pidieron eso y me llevaron a eso, porque ellos también empezaron, muy despacio, a cambiar de actitud. O sea, el momento clave en que yo empiezo a dedicarme a esto es 2003, algo que no es casualidad: ya había pasado el 2001, ya muchos de los jóvenes que antes eran jóvenes tristes y solos empezaron a decirme “tenés que leer este libro”… Entonces, hubo algo también en la actitud de ellos, no fue algo unilateral. No es que yo desde mi edad dije: “les voy a explicar”. No. Ellos también me explicaron a mí.

--Que la crisis de 2001 dejó marcas en la sociedad es sabido. ¿Cuáles son las marcas que dejó en la narrativa post 2001?
--Hay algunas marcas, pero antes quiero abrir el paraguas: es verdad que en la literatura aparecen las marcas de situaciones sociales, pero esto no es automático ni inevitable. Yo puedo decirte algunas cosas que tengo la sensación de que cambiaron a partir de 2001, pero son tendencias, eso no quiere decir que todo el mundo automáticamente se apretó un botón, pasó el 19 y 20 de diciembre, y empezó a escribir igual. Son tendencias que se pueden ver que no son matemáticas y que muchas veces son contradictorias. Hay algo que se vio después del 19 y 20, por ejemplo: las tramas detenidas, aquellas en donde las historia no transcurría, donde se había roto la sintaxis típica del relato, donde sólo era “está pasando esto”, que en los ‘90 eran muy frecuentes, tendieron a hacerse más minoritarias y aparecieron obras de tramas fuerte con mucha peripecia. Yo lo relaciono con la sensación de que la historia se puso en marcha. Lo que uno ve, por ejemplo, en la literatura de Martín Rejtman, en los ’90, o de muchas cosas de Eduardo Muslip, con un trabajo estético muy rico, dos autores que a mi me gustan mucho, es una sensación muy fuerte de ausencia de acontecimientos. En cambio, post 19 y 20 de diciembre de 2001 se ve una cosa muy fuerte de aparición de la literatura de trama. Lo ves en los policiales de Claudia Piñeiro, lo ves en Germán Maggiori, lo ves en nombres que surgen después como Leonardo Oyola, Mariana Enríquez, que son literaturas donde el argumento, lo que pasa, es muy importante, y se renuncia un poco a esa construcción arbitraria del “porque sí”. Después, veo la tematización muy fuerte de la pobreza, de una manera muy diferente de la de antes. La representación de la pobreza desde el lumpenaje y la exclusión, pero desde un lugar no moralizante, donde eso no es malo ni bueno, “es”.

--¿Por qué eligió títulos o frases del rock nacional para los ejes temáticos del libro?
--Porque el rock nacional ha formado a estas generaciones. Y yo quería, de alguna manera, jugar con esta idea de que en una cultura tan masiva y tan pregnante como el rock nacional tenían que estar flotando núcleos de significación traumática para esta generación.

--¿Cómo ve la actualidad editorial en nuestro país, con respecto a las oportunidades para esta literatura emergente?
--Lo veo muchísimo mejor que el panorama espantoso y desierto que conocí en los ‘80 y en los ‘90. Me parece que hay muchísimas cosas perfectibles, hay libros que están carísimos. Eso tiene que ver también con el precio monopólico del papel, tiene que ver con la inflación. Pero, más allá de eso, las nuevas tecnologías han dado posibilidades notables, el cambio de actitud de los jóvenes, el hecho de que los jóvenes se decidieron a protagonizar sus propias creaciones y la autogestión, han dado resultados notables. Entonces, tenemos en este momento un enorme campo de editoriales, nuevas, autogestivas que han permitido democratizar muchísimo el acceso a la publicación.

--¿Cree que el camino es ése, el de la autogestión?
--Si y no. Yo no moralizaría el asunto diciendo que lo autogestivo es lo bueno y lo no autogestivo es lo malo. A mi me parece que un sistema literario sano es un sistema donde hay muchos diálogos, muchas oportunidades y muchos escenarios paralelos que, de alguna manera, dialogan entre sí. Lo autogestivo es un hermoso camino, porque abre muchísimos mercaditos nuevos, construye lectores, produce una lógica de colaboración entre escritores y lectores que ayuda muchísimo a la creación, contribuye a la construcción de un enorme piso de cosas que se publican. Entonces, en ese sentido lo autogestivo es fundamental. Al mismo tiempo, también sirve como alimento muy positivo a los grandes grupos editoriales. De hecho, tenemos escritores como Félix Bruzzone, como Alejandra Zina o (Washington) Cucurto, que han surgido del under y han sido cooptados por las editoriales grandes y no necesariamente por eso, y esto es lo más importante, se han olvidado no sólo de sus orígenes autogestivos, sino de sus emprendimientos autogestivos.

--En la sociedad, en general: ¿nota que todavía hay prejuicios con respecto a lo nuevo, por un lado, y a lo joven, por otro?
--Si, todavía quedan muchos prejuicios. Todavía el mercado interesado en literatura es pequeño. Es mucho más grande que el que había hace 5 años, pero todavía es pequeño. Noto que está creciendo el interés, que están cayendo algunos prejuicios, apenas, recién. Noto que hay un movimiento centrífugo desde un núcleo dinámico de lectores que no tienen esos prejuicios, que va abriéndose, cooptando más lectores, pero es un movimiento lento.

--Más allá de que siga leyendo, analizando y trabajando con lo emergente: ¿tiene pensado publicar algo más al respecto?
--(Duda)… esa es una pregunta que me resulta conflictiva, porque, por un lado, me abrumo un poco y la prisionera termino siendo yo. “Los prisioneros…” despertó una enorme cantidad de polémicas y de discusiones, pero también algo muy lindo que me emociona mucho, una especie de demanda de los nuevos escritores de “seguí pensando esto” y “seguí leyendo esto”, porque ellos siguen produciendo, y también, mucho diálogo crítico. Yo siento como una especie de pedido de la gente joven que está escribiendo hoy, de que siga dialogando en mi producción. Me siguen mandando sus cosas, me preguntan si las leí, me mandan sus reflexiones… entonces, eso me hace sentir con una cierta presión, para seguir trabajando en estos temas. La realidad es que como sigo yo también leyendo, no puedo evitar seguir pensando estos temas. Entonces, no será posiblemente un ensayo, pero sí artículos sueltos. 

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